Hasta el momento de la historia de la pintura en el que nos encontramos con Giovanni Battista Moroni (1520 – 1578), el retrato poseía una importante dimensión social y prácticamente era un privilegio exclusivo de la clase aristocrática y, en general de los grandes centros de poder: político, eclesiástico, militar,…

<<Moroni retrata al sastre vistiendo a la manera española e, irónicamente, le agrega un cinturón comúnmente destinado a sostener una espada. La ironía radica en que los nobles posaban con ellas para demostrar su valentía y poderío, pero el artista prefiere mostrarnos que el poder del sastre se encuentra en su herramienta de trabajo, su tijera. El sastre se nos presenta con toda su dignidad, sin ocultar su actividad artesanal, dirigiendo su honesta mirada al espectador y portando las grandes tijeras con las que corta la tela en la mano derecha. El naturalismo envuelve la escena gracias al potente foco de luz que resalta los colores e ilumina los gestos del modelo, resultando un retrato tan atractivo como el de cualquier aristócrata de la época>>
Con Giovanni Battista Moroni, puede decirse, que el retrato adquiere una nueva dimensión social – una democratización irresistible- pues, con él se inaugura el retrato de otras clases sociales más alejadas de las citadas anteriormente. Al contrario de Tiziano y otros pintores de la época, que se compararon con príncipes, Moroni se identifica con los humildes artesanos y trabajadores. Así, Moroni retrata desde monjes y abadesas, hasta sastres, médicos, maestros de escuela,… un proceso no bien visto por todos, como revelan las palabras de Pietro Aretino en julio 1554, cuando señaló como una de las grandes desgracias de su tiempo que hasta los sastres y carniceros se hicieran retratar.

En los retratos “aristocráticos” o similares, para definir e identificar el estado o la “categoría social” del retratado, los pintores recurrieron a elementos que lo proclamasen, desde un escudo heráldico a una determinada indumentaria, o lo mostraron en el ejercicio de su profesión. Los retratos de Moroni, se caracterizan por poseer una gran penetración psicológica, los efigiados son de personas sencillas, cuyo aspecto físico y psicológico nos es desvelado por el pintor sin ningún miedo, ofreciéndonos una imagen actual de la vida cotidiana a través de sus tipos, vestimentas y útiles que los definen. Sus retratos tienen una gran penetración psicológica.

Puede decirse que, Giovanni Battista Moroni (1520 – 1578) se adelantó a su tiempo con un estilo naturalista y anticipó tanto los avances técnicos del maestro barroco Caravaggio como el movimiento realista del siglo XIX. Capturaba con exactitud la apariencia de los modelos, pero sobre todo la vida interior, el toque en la mirada que marca la diferencia. Los cuadros poseen un brillo que parece logrado con barniz, una extraordinaria claridad en el diseño, (se reproducen con extraordinaria veracidad las texturas y calidades de las indumentarias y adornos), sus retratos son notables por su admirable poder de captación psicológica de la personalidad del retratado, aire digno, y exquisita tonalidad y una precisión que parece anunciar la fotografía más de tres siglos antes de su invención.
Otros retratos






























La Virgen Tuccia Vestal.

Dentro del sacerdocio romano, un grupo particular y específico fueron las vestales, seis mujeres cuya misión era vigilar y preservar el fuego sagrado del santuario de Vesta, bajo la autoridad de la Gran Virgen Vestal.
La función desempeñada por las vestales se consideraba de primerísima importancia. Los romanos consideraban que el destino de Roma estaba ligado al mantenimiento del fuego sagrado del templo de Vesta y, si éste se extinguía, Roma misma se resentiría. Por este motivo, se trataba de mujeres cuidadosamente seleccionadas, que gozaban de un alto respeto y que, en ciertos momentos, desempeñaron papeles de gran importancia, como cuando fueron depositarias del testamento de César. El mismo Horacio dirá que “mientras suba al Capitolio el pontífice acompañado de la Vestal silenciosa”, Roma mantendrá su gloria.
Las mujeres escogidas debían permanecer treinta años como vestales. Los diez primeros eran dedicados al aprendizaje; los diez siguientes, al culto de Vesta; y los diez últimos a la enseñanza de las novicias. Las vestales debían mantenerse vírgenes a lo largo de esos treinta años, siendo duramente castigada la infracción de la norma. En algunos casos, podían ser enterradas vivas.
Puede decirse que ésta obra es inusual entre las pinturas seculares de Moroni, en él se representa la sacerdotisa romana de Vesta, Tuccia. Esta vestal fue acusada de fornicación y romper sus votos de castidad. Sin embargo, como era de esperar por el rompimiento de sus votos, no fue castigada al demostrar su inocencia transportando milagrosamente agua en un colador, sin que esta cayera. La inscripción, puede ser traducida -La castidad emerge de las nubes oscuras de la infamia-, es una adaptación de Valerio Máximo, autor que cuenta la historia de Tuccia. La pintura es probable que date alrededor de 1560.