SALA IX
(Presentación y contenidos)
El paisaje toma carta de naturaleza en el siglo XVII, aunque en él perdure el gusto por la representación de acontecimientos mitológicos o religiosos, como el que acoge el Noli me tangere de Poussin. Desaparecen, sin embargo, las historias, en el Paisaje de Brueghel el Viejo y el Paisaje con cascada de Dughet, y esa tendencia del género hacia la independencia culmina aquí con las Vistas de la Villa Medici de Velázquez. Italia acuña a principios del siglo XVII el concepto de «paisaje clásico», que recrea el mundo antiguo por medio de una naturaleza compuesta, ordenada y serena en la que aparecen edificios clásicos, de lo que son ejemplo las obras de Claudio de Lorena y de Domenichino. El paisajismo nórdico continua por un lado la veta inusitada de Brueghel el Viejo, representada aquí por la Torre de Babel de Pieter Brueghel el Joven. Por otro lado se buscan temas nuevos, modernos, de la vida cotidiana, como vemos en una serie de obras de Brueghel el Viejo, de Brueghel el Joven con Vranck, y de Bout. Por último, los artistas nórdicos afincados en Italia, como Bramer, interpretan los temas clásicos con su personal sensibilidad por los detalles cotidianos y realistas. Como obras extraordinarias se muestran en este contexto un paisaje infernal de Pieter Fris, así como un singular bosque de cruces pintado por un anónimo francés en torno a 1630, tema de gran rareza y carácter alegórico inspirado en una obra del italiano Lelio Orsi y basado en una complicada utilización de las matemáticas y los recursos pictóricos de la luz y el color que anticipan el estudio que hará Velázquez de la representación del espacio.
Nota: Los textos que acompañan esta entrada han sido extraídos de la pequeña guía de mano que acompaña la visita a la exposición.